Sin que podamos evitarlo y muy a pesar nuestro ya tenemos encima la Semana Santa, una semana retrógrada, llena de mitos, ritos y tradiciones modificadas que promueven en todos nosotros el temor, la culpa, la crueldad, la sumisión y el sacrificio. En estas fechas que coinciden con la entrada de la primavera al parecer somos muy pocos los que pensamos que las religiones en general, y ciertamente unos religiosos más que otros, hacen daño a la gente, sobre todo a los niños.
Como
en años anteriores ya estamos preparados para recibir una nueva
oleada de ostentación de poder y de riquezas, de sangre, de torturas
y de enajenación colectiva, un plan diseñado con mucho esmero y
contrastado con la experiencia de milenios para adormecer
conciencias, de un modo parecido a como se hacía en la Edad Media.
Estamos dispuestos a aceptar como en años anteriores que nos inunde
de nuevo una riada de masas acríticas, de excesos de alcohol y de
broncas, de ver una vez más de que a pesar de tantos sufrimientos,
de tantas revoluciones políticas, científicas, culturales y
sociales aún somos capaces de hacerle la pelota a los dioses, y de
hacerle y hasta reírle las gracias a los turistas, que viene a ser
lo mismo.
No
obstante, es justo reconocer que hemos avanzado mucho a lo largo de
la historia, aunque no nos haya salido gratis ni mucho menos, porque
la libertad no nos la da nadie. Podemos, sin temor a perder el empleo
o la fama no asistir a las procesiones y evitar darles de comer y
engordarles el ego a los parásitos, podemos incluso huir al campo o
a la playa para evitar el triste espectáculo de ver lucir por las
calles de nuestra ciudad las mismas banderas y los mismos estandartes
bajo los cuales y en nombre de los cuales fusilaron a nuestros
antepasados, que son de todos, por el mero hecho de defender la
libertad y la democracia. Podemos despreciar los bordados de oro y
mirar para otro lado, o los estandartes con imágenes de “santos”
aplastando cabezas de sarracenos, pero no queremos.
Podemos
perder simpatías pero no vamos a terminar quemados vivos si decimos
públicamente que los profesionales religiosos y muchos aficionados y
colaboradores de estos profesionales tratan de engañar a los niños
con fantasías que entran en absoluta contradicción dentro de sus
mentes con la razón, el sentido común y la percepción que tenemos
todos de la realidad, tan necesarios para crecer, adaptarnos a la
vida y evitar que nos engañen y nos deslumbren como precisamente
ellos tratan de engañarnos y deslumbrarnos con su propaganda.
Ateneo Republicano Virtual
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