Alguien ha dicho a los expertos de La
Moncloa que hay que modernizar la imagen de la Casa Real, así que, para
dar sensación de plenitud, vigor y energía, en vez de sentar al Rey en
su egregio sillón lo han hecho farfullar sus simplezas de pie, aunque
apoyando el trasero sobre su mesa de trabajo, por cierto de preciosa
madera taraceada, no vaya a perder el equilibrio como suele. Podían
enseñarle a vocalizar el castellano ya que cada año es mayor la tortura
de escucharlo, pero eso no debe de tener arreglo. Hasta aquí el discreto
equilibrio entre tradición y modernidad.
En este país, cuya Constitución dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal
el Jefe del Estado se dirige una vez al año a sus súbditos el día en
que los católicos celebran el nacimiento de su dios. Y lo hace
flanqueando un belén que no por minimalista es menos feo, para que no
quepa duda del hilo teocrático que une al niño dios con el monarca. La
alianza del trono y el altar, tan discreta como sólida, no corre
peligro. No lo corrió cuando los sociatas en el gobierno resultaron ser
unos meapilas, menos ahora que mandan los curas través de sus
espantajos, como Wert, Báñez o Fernández Díaz.
En cuanto al contenido, pues, en fin: que paciencia y barajar. Son
tiempos duros, pero el gobierno (y la oposición) animados de sublimes
miras, hacen lo posible por volver a ponernos en la senda de la
prosperidad. Sobre todo, la palabra clave, el centro del mensaje del
Borbón es que los españoles saldremos del lodazal en que nos ha metido
una pandilla de sinvergüenzas y ladrones (ejem, cosecha de Palinuro) si
tenemos confianza. Es decir, fe. Fe, confianza... ¿en qué? ¿en
quién? La respuesta implícita es obvia: en Rajoy. Soy republicano y no
tengo en estima al Rey pero este pitorreo es demasiado hasta para el más
desaprensivo de los Borbones. ¿Confianza en Rajoy? ¿En el hombre que no
habla sin mentir, al que no le quedan palabras por incumplir, el peor
felón y mendaz que ha pisado La Moncla? ¿Un hombre sin palabra, sin
dignidad, capaz de vender lo que sea por sentarse en el sillón de mando?
¿A quién cree este rapaz que está hablando? ¿A una nación de borregos o
de imbéciles? ¿Es que no ha visto él mismo que Rajoy no ha hecho otra
cosa que mentir y tracionar la confianza hasta de los más indefensos una
y otra vez durante un año?
El resto del farfulleo regio, a beneficio de inventario. El país pasa
por una horrible crisis venida de fuera como los marcianos del espacio.
Aquí no hay políticos corruptos, empresarios ladrones, yernos
sinvergüenzas, bancarios delincuentes, mangantes y estafadores de todo
tipo y calaña, neoliberales fascistas y fascistas neoliberales. No hay
una pandilla de saqueadores dedicada a expoliar a la gente de sus
derechos, sus libertades, de su mismo patrimonio. No hay decenas de
miles desahuciados. No hay suicidas. No pasa nada que no haya pasado en
sus 37 años de reinado.
Un par de veces mencionó algo que, de no saber que sus palabras son
milimétricamente medidas por los perros guardianes de La Moncloa,
podrían sonar a posición propia, pero no pasaron de ser aliviaderos
retóricos. Una de ellas consistió en decir que la austeridad debería ir
acompañada de crecimiento. Como quien dice que el pedrisco podría ser
aromático. Otra fue implorar que la política agresiva de este gobierno
antipopular (él lo expone de otra manera) no se lleve por delante los
derechos "individuales" y "sociales" que tanto ha costado conseguir.
¿En qué país vive este payo, además de Botsuana? ¿El el de Nunca Jamás?
¿Qué derechos quedan a los trabajadores, a los pensionistas, a los
justiciables, a los funcionarios, a los usuarios de los servicios antaño
públicos y hoy privatizados o en proceso de privatización en beneficio
de unos gobernantes cuya obsesión es despojar a la gente de todo para
llenarse sus propios bolsillos y los de sus allegados, clientes y
enchufados?
¡Viva la República!
No hay comentarios:
Publicar un comentario